¿Fumas? Que tu piel no te delate

La mayor parte de los efectos del tabaco en la piel son reversibles, así que no pierdas detalle de como hacerlo de una manera fácil a la vez que efectiva.
El rostro de un fumador comienza su transformación cuando empieza a envejecer prematuramente porque el tabaco y la nicotina afectan la circulación cutánea.
Incluso desde el exterior, el humo en la piel hace que se obstruyan los poros y dificulta la absorción de oxígeno.
Si las células no tienen la irrigación necesaria se asfixian y en consecuencia, la piel adquiere cierto tono grisáceo que se hace aún más evidente cuando se empiezan a presentar las ojeras y las manchas en los párpados. Estos dos últimos efectos son producto de la dilatación de los poros por el exceso de alquitrán.
La nicotina estimula la contracción de las fibras musculares. Como consecuencia, los vasos se contraen, aumenta la presión sanguínea y empeora la cicatrización de las heridas.
El PH de la piel cambia. Esto destruirá el manto ácido protector. La piel se vuelve más susceptible a las agresiones externas.
Las fibras de colágeno de la piel, que son esenciales para la frescura juvenil, también se deterioran. Pierden elasticidad y plenitud, la capacidad de almacenar humedad y de manera lenta pero continua, se despide del tono natural y saludable de la piel.
Baja el nivel de vitaminas y aparecen manchas.
Transforma la piel envejecida sin el soporte de las fibras y la malla que sustenta la piel, agredida por los radicales libres, con tono apagado y sin vitalidad, deshidratada y con manchas.
Dale la vuelta a la situación consiguiendo una piel fresca, luminosa, protegida, con una buena dosis de antioxidantes y un envejecimiento ralentizado.
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Esta rutina incluye en su tratamiento las siguientes mascarillas: